jueves, 2 de febrero de 2012

Convivir con la enfermedad



Aprender a convivir con la enfermedad es una tarea difícil y complicada. Sobre todo, cuando ésta limita y bloquea el desarrollo de lo que ha sido anteriormente una vida normal y completa. Se necesita un saber estar, saber llevar, saber atender los efectos de la misma y, fundamentalmente, se requiere una óptima disposición de ánimo que permita minimizar los fantasmas de la infravaloración y de la incapacitación.  

Podemos comprender el comportamiento de la enfermedad en nosotros mismos y su incidencia en la funcionalidad de nuestro organismo, comprender cómo repercute en nuestro ánimo, cómo la sufrimos o controlamos, cómo nos vemos a nosotros mismos en esta situación, así como detectar los prejuicios que tenemos acerca de la enfermedad, cómo respondemos ante ella y también, reparar en cómo alteramos nuestra relación con los demás. Encontrar una respuesta a todo ello forma parte de un proceso que puede aportar una gran cantidad de información útil para encarar de forma diferente esta convivencia.

Un primer paso, y a veces, complicado paso, es ACEPTAR esta nueva situación. Aceptar no implica ser sumiso y pasivo. Aceptar implica construir a partir de esta nueva realidad y poner a prueba una capacidad remotamente ancestral: la capacidad de supervivencia y adaptación al medio.

Hoy en día, y teniendo en cuenta el tipo de enfermedad que se sufre, ya sea originada por disfunciones orgánicas, traumatismos, enfermedades infecciosas,… tanto el avance de la medicina moderna como de la medicina alternativa, nos permite acceder a una calidad de vida semejante a la de una persona sana. Por eso, una tarea importante sería explorar las mejores opciones que nos permitan ocuparnos de su sanación.

Está comprobado que, en mayor o menor medida, convivir con la enfermedad incide en el ámbito afectivo y emocional, por lo que será necesario:
  • Reconocer cómo nos sentimos ante esta situación.
  • Reconocer si aquello que sentimos nos permite o nos bloquea la expresión de nuestros sentimientos.
  • ¿Hay algo que no esté expresando a los míos?
  • Así también reconocer cuándo nos sentimos fuertes y animados.

Cuando la enfermedad conlleva dolor, es un alivio saber que en la actualidad existen múltiples recursos con la finalidad de aplacarlo.

Tratamientos alopáticos quirúrgicos, Homeopatía, masajes alternativos, acupuntura, Reiki, medicamentos analgésicos, terapia metamórfica, infiltraciones, ejercicio físico terapéutico, meditación, terapia neural, hipnosis, hidroterapia, constelaciones familiares, Ho’oponopono, estimulación nerviosa eléctrica subcutánea, nutrición, y tantísimos otros recursos disponibles.  ¿Cuál es tu recurso? ¿Te atreves a probar hasta encontrar el tuyo?

Convivir con la enfermedad conlleva, a veces, una pérdida de confianza y de autoestima. En esta convivencia se suele ceder el mando a pensamientos que nos alejan de la realidad que nos pertenece y nos abocan a una realidad disminuida de uno mismo ampliando la sensación de incapacidad y minusvalía personal. Recobrar el poder es una tarea inexcusable. Visualizarte con todas tus cualidades personales y con el apoyo de los tuyos es una opción que puedes tomar. Para ello, también, existen infinidad de técnicas que permiten recuperar la autoestima y restablecer la mejor de las aptitudes.

Conocer la enfermedad con la que se convive es un factor determinante para encarar posibles soluciones. Alejarse de cualquier suposición, prejuicio, informaciones a medias, rumores. Es crucial tanto para el paciente como para el entorno que le acompaña, conocer a fondo el mal que le sucede. La primera fuente de información es su cuadro facultativo médico. Pero además, podemos leer, podemos investigar, y podemos acercarnos a la experiencia que han vivido otras personas en la misma situación.

¿Cuál es mi actitud ante la enfermedad?

¿Cómo me manifiesto? ¿Estoy pasivo, resentido, frustrado, agresivo, actúo compulsivamente?

¿Acepto y espero a que vengan tiempos mejores mientras confío en que los fármacos harán su trabajo?

¿Acepto y trato de optimizar mi bienestar, mis hábitos, mis relaciones y mi vida con lo que hay?

Y por último, ¿cómo ha cambiado mi relación con mi pareja, mis hijos, mis compañeros, mis amigos, …?

Sea cual sea el proceso que estás viviendo, el Coach de la Salud te acompaña en el descubrimiento de los pasos que te permiten mejorar tu calidad de vida.